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“El discurso sobre la salud mental de los jóvenes nos impide considerar las dimensiones estructurales de las crisis que viven”.

“El discurso sobre la salud mental de los jóvenes nos impide considerar las dimensiones estructurales de las crisis que viven”.

La salud mental de los jóvenes ha estado omnipresente en el debate público durante varios días. El asesinato de un supervisor a manos de un estudiante de secundaria en Nogent (Haute-Marne) el 10 de junio, según muchos políticos, refleja "problemas psicológicos" (Elisabeth Borne), lo que implica "cuidar la salud mental" de los jóvenes (Jean-Luc Mélenchon), una realidad que debe "afrontarse" (Marine Le Pen). Esta unanimidad entre los partidos al considerar la salud mental como una posible explicación de este trágico suceso es la culminación de un largo proceso para incorporar este tema a la agenda política.

Tras una relativa indiferencia de las autoridades públicas ante la situación psicológica de los jóvenes durante el primer confinamiento vinculado a la epidemia de Covid-19, el establecimiento de una serie de pruebas epidemiológicas y sociológicas del deterioro del estado psicológico de los más jóvenes condujo a una serie de medidas: implementación de "controles psicológicos" en 2021, una plataforma de escucha para estudiantes en 2024 y, ahora, la salud mental establecida como una "causa nacional importante" .

Nuestras investigaciones sobre la salud mental de los jóvenes (ver el número 97 de la revista Agora Débats/Jeunesses ) nos llevan a ampliar el enfoque para trazar algunas primeras pistas de análisis sobre el tratamiento social y político de los jóvenes cuyo estado psicológico está bajo escrutinio, con soluciones que a menudo parecen un vendaje sobre una pierna de palo, habida cuenta de los retos identificados por las investigaciones.

Adiciones de crisis estructurales

Hablamos con facilidad de una juventud en crisis, presa de la violencia, perturbada por el acceso temprano e ilimitado a las redes sociales. Esta crisis se ve amplificada por otras crisis (la crisis de la COVID-19, la crisis social o incluso la crisis climática), y convierte a los jóvenes en víctimas designadas de transformaciones descritas como perjudiciales para los vínculos sociales, la economía o el planeta. Esta combinación de crisis estructurales se resume en la observación unánime de un deterioro psicológico entre los jóvenes.

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